domingo, 24 de enero de 2010

Agua.




Manta cosida de ambrosía
purifica su salto al cristal
y sirve para beber, como caldo
que calma la sed y el sufrimiento.

Elixir frenético, que nunca falta
jamás da y nunca quita,
néctar de Dioses para la vida,
licor cruel, para la muerte.

Brebaje que se consume
como jugo de la vida,
enfriando los licores del alma,
emporio de verdades recogidas.

En apariencia, cristal mojado,
donde nada dice el reflejo,
pero su luz desnuda, se esculpe,
como refresco, del color mas oportuno.

Una gota que sigue a otra gota
y endulza los paramos, con sus bajadas...
se recoge en sinuosos huecos y pozos
y descubre, su huida, siempre por el mar.

1 comentario:

Desvanecerse dijo...

La sorpresa es uno de los elementos esenciales y característicos de la belleza, la serenidad constante es signo de sabiduría y ambas se enmarañan para hacernos comprender la maravillosa vida del agua.

La misma sopresa y serenidad que marcan los rios de tus letras.

Besotes
Manino