domingo, 17 de abril de 2011

Siesta.




Aunque no puedo ser el leñador que tale
los arboles del bosque de la vida
puedo mirar las grietas dejadas
a lo largo de los campos.

Aquellas que se consumen lentamente
entre polvo, agua y sol
camino de destruirse para crecer
entre tiempos que saltan constantes.

Es una paradoja que nace consentida
sobre el rumor de dejar de vivir,
porque todos nacemos y morimos
sin poder frenar dicho viaje.

Aquí es donde quería parar
para ver el horizonte que me queda
disfrutar de la vista quemada
o dejarme morir sin apariencia.

No se si hay cielo o infierno
y si éste, es antes o después del abandono,
dicen que la vista se difumina
sobre una luz intensa que aparece.

Que mas da si al final todo decrece
si en la duna de la arena almacenada
sapos y culebras bailan en armonía
nada queda por hacer en todo el día...